
Si no contamos al papiro como papel, podríamos decir que el papel hecho con cáñamo es el precursor de todos los otros papeles que han ido surgiendo a lo largo de la historia.
Los chinos implementaron los principios de su proceso de fabricación en el año 105 D.C., cuyo know-how se guardó celosamente hasta que se fue extendiendo paulatinamente al resto del mundo. Ts’ai Lun, consejero del emperador Ho Ti, preparó una mezcla de cáñamo, seda, cortezas de árbol, redes viejas de pescar y agua hirviendo, con la que obtuvo una pasta que, una vez dispersada en agua hasta diluirla, secó entre dos planchas presionadas por piedras, formando una hoja de papel. Así fue como el cáñamo pasó a ser la planta más solicitada para la extracción de su celulosa en la fabricación del papel: múltiples enlaces por puentes de hidrógeno entre moléculas de celulosa que se han unido al eliminar el agua de la matriz entretejida de fibras.
Uno de los indicadores del poder económico de un país es el consumo por cápita en papel. El papel ha estado presente en nuestras vidas desde tiempos remotos y lo continuará estando puesto que las aplicaciones del papel son múltiples aunque cuando hablemos de papel solo nos venga a la cabeza el papel de impresión ya que es el tipo de papel con el que quizás tengamos más contacto, por no hablar del papel higiénico.
Se puede fabricar papel a partir de cualquier planta, arbusto o árbol porque todos tienen algo en común: la molécula de celulosa o polímero de n-hexosas. Incluso hay algunos países como la India que llegan a aprovechar las defecaciones de los elefantes para
recuperar los restos de celulosa contenida en esas enormes deposiciones. El estómago del elefante hace las funciones de un digestor.
De qué depende pues que se escoja una fuente de materia prima u otra; lógicamente de su rendimiento, puesto que los parámetros de viabilidad se miden por la econometría, nos interesarán más todas aquellas plantas o árboles con la mayor proporción de celulosa posible. Una de las ventajas que tiene el cáñamo sobre la madera es su mayor contenido en celulosa.
Otro punto importante es la morfología de cada fibra, que difiere de una planta a otra, incluso varía con la posición que ocupa en el tallo. No tienen la misma forma las fibras que se encuentran en la parte más alta que aquellas que forman la base.
La morfología se mide por unos parámetros físicos de longitud, diámetro, finura, achatamiento, … Si tenemos en cuenta que las fibras son pequeños cilindros vacíos por dentro, entonces la geometría de cada uno de estos cilindros es lo que le va a conferir las propiedades finales al papel al que va destinado. Y la peculiar forma que adquieren las fibras depende de factores como el clima, el tipo de suelo, la radiación solar, la variedad de semilla, … Así pues, una misma planta que crezca en dos zonas geográficas distintas puede dar propiedades ligeramente diferentes al papel. Si a esto le sumamos la variabilidad interanual de los cultivos rotativos propia de la naturaleza, acumulamos variables que luego el papelero se encargará de uniformizar a través de su proceso industrial.
Así pues, uno puede deducir después de lo comentado que las fibras de cáñamo no se parecen en nada a las de madera en cuanto a su morfología por lo que las hace especiales, no solo por su mayor rendimiento en celulosa, sino por estas propiedades que confieren a toda una gama de variados papeles.

Más información en la revista cáñamo (www.canamo.net), nº 176, páginas 68 a 70 y nº 177, páginas 62 a 64. Artículo del mismo autor, bajo el pseudónimo ‘Hanffy Pro’.